Por Macamen López Alemany
Patrona de la Fundación DeClausura
En el km 200 del Camino Mozárabe de Santiago se asienta el Monasterio de La Madre de Dios. Es el primer monasterio femenino que se levantó en Granada tras su toma. Isabel la Católica hizo entrega de él a las Comendadoras de Santiago en 1501. Desde entonces y hasta el día de hoy, las Comendadoras han llevado su fe y brindado su hospitalidad a todos aquéllos que han querido acercarse a su casa.
Esta comunidad contemplativa vive su consagración mediante la alabanza divina, el culto a la Eucaristía y la devoción a la Santísima Virgen.
La Comendadora Madre María Auxiliadora es muy consciente de los tiempos que se viven hoy y de la importancia de la formación. Por ello el Monasterio cuenta con profesores que imparten clases de Doctrina, Canto, Estudio de la Orden, Piedad, Economía, Moral…
Alegre hospitalidad
Pero lo que más llama la atención cuando se pasan unos días en la hospedería que atienden con tanto primor es su laboriosidad y su alegría. En este monasterio se cocina para los huéspedes; se borda, se hacen dulces y se reza con verdadera devoción.
Llama la atención en las Comendadoras el modo discreto en el que viven la pobreza que se advierte cuando uno está atento. Una virtud que contrasta con la generosidad con la que tratan a los huéspedes que no se transmite únicamente en el aspecto material, sino también en el espiritual porque cada encuentro con ellas es un encuentro de cariño y de paz. La regla que observan es la de San Agustín y es el motivo de que el fin de la Orden sea: “el cumplimiento de la perfecta caridad” (Regla.c.1.)
Dentro del Monasterio, en la zona que no es propiamente de clausura, se han habilitado locales para que distintos grupos de la Iglesia pueden reunirse.
Una gruta y un campo de deportes
El lugar más simpático del monasterio es el “campo de deportes”, construido para los niños mientras sus padres están en otros quehaceres. Niños que, además de jugar al futbol, se entretienen mirando a las gallinas o subiéndose a los árboles para coger alguna granada que otra, si es que un balonazo no ha provocado su caída.
La pequeña gruta de la Virgen de Lourdes es otro regalo inesperado con el que nos encontramos y nos anima a realizar un pequeño parón para decirle alguna jaculatoria o rezar un Ave María mientras continuamos con nuestro paseo.
Durante la Santa Misa o rezo de las Vísperas, se colocan sobre el hábito negro la capa blanca resplandeciente con la Cruz de Santiago bordada en rojo. Resulta un atuendo elegante y cuidado para encontrarse con el Señor. Y me viene a la cabeza, todo lo que luchó nuestro admirado Velázquez para conseguir esa cruz roja, distintivo de los Caballeros de Santiago.
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