La comunidad trapense de la abadía francesa de Sept-Fons apuesta por mantener el uso del lenguaje de signos monástico, algo que les diferencia de otros monasterios.
Por Cecilia Cózar
Fundación DeClausura
Desde la Fundación DeClausura hemos promovido la creación de un grupo de estudio europeo del Patrimonio Cultural Inmaterial de la vida monástica, que conseguimos arrancar en 2021. Esto nos permite trabajar desde una dimensión más amplia y completa, con contrapartes y socios de otros países europeos, con los que compartimos objetivos comunes y damos forma a un proyecto europeo común, en el que trabajar uniendo esfuerzos, al intercambiar información, ideas y prácticas, que generan sinergias, resultados de polinización cruzada entre equipos y poder cubrir en toda su dimensión el estudio y conocimiento de este patrimonio.

Este trabajo cooperativo nos ha llevado a visitar y conocer la abadía trapense de Nuestra Señora de Sept-Fons, en la localidad francesa de Dompierre-sur-Besbre, al norte de Lyon. Durante cuatro días, pudimos reunirnos allí y hablar con hermanos de la comunidad para que nos explicaran cómo siguen manteniendo en su día a día el lenguaje de signos monástico.
La fundación de la abadía de Sept-Fons se remonta a 1132 y a pesar de sus muchas vicisitudes históricas, mantiene hoy una comunidad de monjes muy viva dentro de la Orden Cisterciense de la Estricta Observancia (trapenses) y cuenta con muchas vocaciones. Siendo una comunidad numerosa, ha podido fundar monasterios en República Checa (Novy Dvur) y en Israel (Abadía de Latroun).

El uso del lenguaje de signos
Conocíamos su apuesta por mantener el uso del lenguaje de signos monástico, algo que les diferencia de otros monasterios, pues uno los cambios adoptados por La Orden tras el Concilio Vaticano II, fue no considerar obligatoria su práctica, lo que generó que cayera en desuso en el resto de sus comunidades.
El lenguaje de signos monástico surgió de la necesidad de mantener el silencio en el contexto de la vida contemplativa, siendo una práctica muy antigua y extendida en benedictinos y trapenses. Ocasionalmente, era necesario decir algo y, para ello, los religiosos desarrollaron su propio lenguaje de signos. En el caso de los trapenses era un lenguaje universal y común para toda la Orden, lo que permitía que un monje francés se pudiera comunicar perfectamente con un hermano español o alemán.

¿Cómo son estos signos monásticos?
Se trata de gestos realizados con las manos. La mayoría de ellos tiene una relación directa con lo que significan. Un ejemplo es el gesto para «vino»: tocarse la nariz con la punta del dedo, porque la nariz a veces se pone roja cuando se bebe vino. Además, cada hermano o hermana tenía también su propio gesto, su nombre, para que pudiera ser llamado o mencionado.

¿Y en España?
En España, en ninguno de los 19 monasterios trapenses que existen actualmente se mantiene el lenguaje de signos monástico como un sistema de comunicación, aunque existen todavía muchos monjes y monjas mayores que lo conocen bien, pues durante sus primeros años en el monasterio lo usaban de forma habitual y, en ocasiones, pueden emplearlo, por ejemplo, para comunicarse con algún hermano o hermana que no puede oír, o durante la comida en el refectorio o en el coro. A los novicios se les suele explicar y enseñar las señas, aunque luego no se practican, por lo que luego solo recuerdan alguna suelta.
