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Lectio divina

“Lectio Divina” significa “lectura divina” y describe el modo de leer la Sagrada Escritura: alejarse gradualmente de los propios esquemas y abrirse a lo que Dios nos quiere decir.

Por muchos siglos la práctica de la Lectio Divina, como un modo de orar la Sagrada Escritura, ha sido una fuente de crecimiento en la relación con Cristo.

En nuestros días son muchos los individuos y grupos que la están redescubriendo. La Palabra de Dios es viva y activa, y transformará a cada uno de nosotros si nos abrimos a recibir lo que Dios nos quiere dar.

En el siglo XII, un monje cartujo, llamado Guigo, describió de esta forma las etapas más importantes de la “lectura divina“: “cierto día, durante el trabajo, al reflexionar sobre la actividad del espíritu humano, de repente se presentó a mi mente la escalera de los cuatro peldaños espirituales: la lectura, la meditación, la oración y la contemplación. Esa es la escalera por la cual los monjes suben hasta el cielo. Es cierto, la escalera tiene pocos peldaños, pero es de una altura tan inmensa y tan increíble que, al tiempo que su extremo inferior se apoya en la tierra, la parte superior penetra en las nubes e investiga los secretos del cielo´.

La práctica individual o en grupo de la Lectio Divina puede tomar diversas formas, pero la descripción de Guigo permanece como fundamental.

ETAPAS DE LA LECTIO DIVINA

La “lectio divina” se presenta como una escalera de cuatro peldaños, cuatro pasos que son la estructura del método:

– Lectio (lectura)

– Meditatio (meditación)

– Oratio (oración)

– Contemplatio (contemplación)

Guigo escribió que la primera grada de esta forma de rezar es la lectio (lectura). Es el momento en el que leemos la Palabra de Dios lenta y atentamente, de modo que penetre dentro de nosotros. Para esta forma de oración se puede escoger cualquier breve pasaje de la Escritura.

La segunda grada es la meditatio (meditación). Durante esta etapa se reflexiona y se rumia el texto bíblico a fin de que extraigamos de él, lo que Dios quiere darnos.

La tercera grada es la oratio (oración), es el momento de dejar aparte nuestro modo de pensar y permitir a nuestro corazón hablar con Dios. Nuestra oración está inspirada por nuestra reflexión de la Palabra de Dios.

La última etapa o grada es la contemplatio (contemplación), en la cual nos abandonamos totalmente a las palabras y pensamientos santos. Es el momento en el cual nosotros sencillamente reposamos en la Palabra de Dios y escuchamos, en lo más profundo de nuestro ser, la voz de Dios que habla dentro de nosotros. Mientras escuchamos, nos estamos transformando gradualmente por dentro. Evidentemente esta transformación tendrá un efecto profundo sobre nuestro comportamiento y, cómo vivamos, testimoniará la autenticidad de nuestra oración. Debemos meter en nuestra vida de cada día lo que leemos en la Palabra de Dios.

Estas etapas de la Lectio Divina no son reglas fijas que hay que seguir, sino simples orientaciones sobre cómo desarrollar normalmente la oración.

Se encuentra una mayor simplicidad y una disposición mayor en escuchar que no en hablar. Gradualmente las palabras de la Sagrada Escritura empiezan a librarse y la Palabra se revela delante de los ojos de nuestro corazón.

El tiempo dedicado a cada etapa dependerá si la Lectio Divina se hace individualmente o en grupo. Si el método se desarrolla para la oración en grupo, es evidente que será necesaria una mínima estructura. En la oración en grupo la Lectio Divina puede permitir el diálogo sobre las implicaciones de la Palabra de Dios en la vida cotidiana, pero no se debe reducir a esto. La oración tiende más hacia el silencio. Si el grupo se siente llevado más al silencio, entonces se puede dedicar más tiempo a la contemplación.

ACTITUDES NECESARIAS

Para que este método dé fruto, son necesarias una serie de disposiciones interiores:

– Escucha: Es necesario acercarse a la Palabra de Dios con reverencia y actitud atenta. Se suele recordar el pasaje en que Moisés, ante la zarza ardiente, contempla y Dios le dice: descálzate porque el lugar que pisas es sagrado´ (Ex 3, 1-6). La Palabra de Dios es como la zarza, un misterio atrayente al que hay que acercarse “descalzándose” de todo aquello que nos impide acogerla como merece (ruidos, prisas, preocupaciones, etc.)

– Compromiso de vida: La Lectio Divina requiere una armonía entre lo que oramos y lo que vivimos. Es la decisión radical y constante de vivir según el Evangelio, de seguir a Jesús como discípulos. Si esto no se tiene claro y se quiere hacer compatible la fe con una vida desordenada, la Lectio no puede dar ningún fruto.

– Perseverancia: La Palabra leída, meditada, orada y contemplada es en como una semilla que da fruto de forma misteriosa, según los planes de Dios. Por eso la Lectio requiere que se le dedique asiduamente un tiempo exclusivo. La lectura comunitaria facilita este aprendizaje, ayuda a perseverar, ilumina los pasajes que resultan más costosos, etc. Además, el grupo de creyentes que frecuentemente escuchan juntos la Palabra de Dios es expresión de la Iglesia. Esta palabra viva y eficaz impulsará a vivir según las enseñanzas de Jesús y a ser presencia suya en medio del mundo.