María, abre mis labios para cantarte, voy a celebrarte con mi vida.

Sor María de Gracia
Orden de San Jerónimo – O.S.H.
Monasterio de Santa Marta de Córdoba
¿Cuándo descubrí a María, la Madre de Jesús?
Creo que no he sido yo quien la ha descubierto, Ella ha entrado en mi vida y me ha hecho sentir su presencia a fuerza de amarme. Es una presencia sencilla, profunda y vivificadora. Me envuelve y me penetra, la respiro y me llena de oxígeno divino, camina siempre a mi lado y me ayuda a simplificarme, me invita a ser yo misma y a escuchar al Maestro: “Haz lo que Él te diga” (Cf. Jn 2,5), y Ella lo realiza conmigo. Me comunica su fidelidad.
Es bella como el amanecer que contemplo ahora mismo mientras escribo, como el sol que se levanta por detrás de la montaña y pronto aparecerá.
Ella me enseña a descubrir lo profundo de la vida y la belleza de todas las cosas, a ir más allá de los acontecimientos y a vivir el amor de Dios. Por Ella puedo respirar la gracia que me trae la brisa de cada amanecer y gozar la paz interior cuando el sol se oculta al atardecer.
La siento como armonía, porque armoniza en mí el dolor y la alegría, la oscuridad y la luz, el morir y el vivir. Me enseña a ser valiente para aceptarme como soy, con mi pecado, mi pobreza y mi nada… Y desde ahí me resulta más fácil amarme y amar a los hermanos.
Gracias a María puedo caminar por la vida cantando, y en las dificultades me anima a reaccionar según la voluntad de Dios. Esto no siempre me sale bien, a veces caigo, entonces Ella me tiende la mano, me ilumina la situación y me levanta; así puedo seguir mi camino sin dejar de cantar, alabar, admirar, adorar, recibir y compartir.
En mis soledades se hace silencio que acompaña. Me quiere transparente y cuando el Señor se me acerca de forma especial, Ella me sostiene para que pueda resistir la fuerza y el fuego purificador del Dios vivo.
María me enseña a guardar en mi corazón las cosas sencillas de la vida, la novedad de Dios en cada momento y todo lo que acontece. Después Ella lo convierte en música, alegría, oración y fuerza para la Iglesia y para todos los hermanos del mundo.
Ensancha mi corazón y lo llena de hermanos, comparte conmigo su maternidad y me enseña a vivirla. Me ayuda a afrontar el momento presente de nuestra historia con el dolor, el gozo y la esperanza de renovación que está surgiendo de las manos de Aquel que nos ama y todo lo hace nuevo.
María es muy interesante, muy sencilla y a la vez muy original, siempre me sorprende con algo nuevo. Me enseña a escuchar, a entregarme, a ser para los demás y a vivir en acción de gracias al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.