HISTORIA
San Bruno nació en Colonia hacia 1030 y llegó, siendo aún joven, a estudiar en la escuela catedralicia de Reims. Adquirido el grado de doctor y nombrado Canónigo del Capítulo de la catedral, fue designado en 1056 escoláster, es decir, Rector de la Universidad. Fue uno de los maestros más renombrados de su tiempo: « …un hombre prudente, de palabra profunda. »
Bruno, se encuentra cada vez menos a gusto en una ciudad donde no escasean los motivos de escándalo por parte del alto clero e incluso del mismo Arzobispo. Después de haber luchado con éxito contra estos desórdenes, Bruno experimenta el deseo de una vida más entregada totalmente a sólo Dios.
Tras un ensayo de vida solitaria de breve duración, llegó a la región de Grenoble donde el obispo, el futuro San Hugo, le ofreció un lugar solitario en las montañas de su diócesis.
En el mes de junio de 1084 el mismo obispo, condujo a Bruno y sus seis compañeros al valle selvático de Cartuja que dará su nombre a la Orden. Allí construyen su eremitorio formado por algunas cabañas de madera que se abren a una galería, que permite acceder sin sufrir demasiado por la intemperie a los lugares de vida común: La iglesia, el refectorio y el Capítulo.
Después de seis años de apacible vida solitaria, Bruno fue llamado por el Papa Urbano II al servicio de la Sede Apostólica. Creyendo su comunidad que no podía continuar sin él, primero pensó en separarse pero finalmente se dejó convencer de continuar la vida en la que había sido formada.
Consejero del Papa, Bruno no se sentía a gusto en la Corte Pontificia. Permaneció solamente unos meses en Roma. De acuerdo con el Papa fundó un nuevo eremitorio en los bosques de Calabria al sur de Italia, con algunos nuevos compañeros. Allí falleció el seis de octubre de 1101.
La primera Regla: Guigo
A instancias de otros eremitorios fundados a imitación de Cartuja, Guigo, quinto Prior de Cartuja puso por escrito la norma de su propósito (las “Costumbres”, o usos de Cartuja, hacia 1127) que todos se comprometieron a seguir e imitar como regla de su observancia y como vínculo de caridad de la naciente familia.
Después que una avalancha destruyó el eremitorio en 1132 sepultando siete monjes. El Prior Guigo construyó el eremitorio en el emplazamiento que tiene actualmente la Gran Cartuja.
El nacimiento de la Orden: San Antelmo
Durante el priorato de Antelmo se reunió el primer Capítulo General (1140) al cual se sometieron para siempre todas las casas, junto con la misma casa de Cartuja.
Por lo tanto a partir de 1140 la Orden de los cartujos nació oficialmente y así quedó situada entre las grandes instituciones monásticas de la Edad Media.
Las monjas
Por aquel entonces, las monjas de Prebayón abrazaron también espontáneamente el modo de vida cartujano.
LA ORDEN EN LA ACTUALIDAD
En 1984 los cartujos celebraron el 900° aniversario del día en el que Maestro Bruno, al entrar con sus compañeros en el desierto de Chartreuse, fue el primero en practicar una vida que con la ayuda de Dios tratamos los cartujos tratan de seguir todavía hoy.
Hoy día existen 19 casas de Cartujos (con unos 370 monjes) y 5 casas de Cartujas (con alrededor de 75 monjas). Estas últimas se encuentran en Francia, en Italia y en España. Las casas de monjes están en Europa, Estados Unidos e Hispanoamérica, una de las cuales se encuentra en estado de fundación en Argentina (desde septiembre de 1997).
EL GOBIERNO DE LA ORDEN
La autoridad suprema de la Orden cartujana pertenece al Capítulo General, que se reúne cada dos años en la Gran Cartuja, “madre y origen de toda la Orden”.
Durante ese Capítulo, el Definitorio, ocho monjes elegidos por los Priores (es decir, los superiores) de las casas, forma una especie de órgano ejecutivo y la Asamblea plenaria el órgano legislativo.
Entre Capítulo y Capítulo, la Orden es gobernada por el Prior de la Gran Cartuja al que se llama “Reverendo Padre”, asistido de un Consejo. El último elemento muy importante del gobierno cartujano es la institución de los Visitadores ya que bienalmente, cada casa es visitada por dos Padres, normalmente Priores de otras Cartujas.
LOS ESTATUTOS
Bruno fue para sus hermanos un modelo viviente, pero no escribió ninguna regla monástica para ellos. Él y sus primeros sucesores, permanecieron en aquel lugar bajo la dirección del Espíritu Santo, y guiándose por la experiencia fueron creando gradualmente un género de vida eremítica propio, que se transmitía a sus continuadores, no por escrito, sino con el ejemplo.
Fue Guigo quien consignó por escrito las Costumbres que se usaban en la Gran Cartuja, que sería el primer texto de la Regla cartujana.
Con el correr del tiempo se han verificado otras adiciones o modificaciones necesarias para adaptarse a las nuevas condiciones de tiempos y lugares.
Muy pronto los cartujos llamaron a su Regla de vida “los Estatutos”.
Después del Concilio Vaticano II, en 1971 y 1973, fueron redactados los “Estatutos renovados de la Orden cartujana”.
Para que fueran conformes al código de Derecho canónico de 1983, estos Estatutos fueron de nuevo revisados hasta llegar a los “Estatutos de la Orden cartujana”, aprobados por el Capítulo General de 1987.
EL MARCO DE VIDA DE LOS CARTUJOS
El género de vida de los cartujos, es decir, una vida solitaria combinada con una parte de vida común, se refleja en lo que exteriormente se puede ver, es decir, los edificios. En toda cartuja se encontrarán tres partes principales:
– El Claustro Grande, que reagrupa todas las celdas, donde los Padres –o las monjas de coro- llevan su vida solitaria. A veces se encuentra un segundo claustro para los hermanos conversos – o hermanas conversas.
– Lugares comunitarios, siendo los más importantes son la iglesia, el capítulo y el refectorio. En esta parte del monasterio se encuentran también ciertos lugares de trabajo: cocina, lavadero etc.
– Talleres; los talleres que hacen más ruido (carpintería, forja, granja etc.) se encuentran un poco más alejados del resto del monasterio para no turbar el silencio.
EL CAMINO CARTUJANO
El fin principal del camino cartujano es la CONTEMPLACIÓN vivir tan continuamente como sea posible a la luz del amor de Dios hacia nosotros, manifestado en Cristo, por el Espíritu Santo.
La tradición monástica llama a este fin la oración pura y continua, por lo tanto, toda la vida monástica consiste en esta marcha hacia el fondo del corazón y todos los valores de la vida del monje están orientados hacia ese fin. Estos valores le ayudan a unificar su vida en la caridad y le introducen en lo profundo de su corazón.
Las características esenciales del camino cartujano son las siguientes:
– La soledad.
– Cierta combinacón de vida solitaria y de vida comunitaria.
– La liturgia cartujana.
La soledad
El cartujo comparte algunos valores monásticos con otros monjes contemplativos como son la ascesis (vigilias y ayunos), el silencio, el trabajo, la pobreza, la castidad, la obediencia, la escucha de la Palabra, la oración, la humildad.
Otros valores les son propios como es la vocación a la soledad a la cual el cartujo es especialmente llamados. El monje Cartujo busca a Dios en la soledad.
La soledad se vive a tres niveles:
– La separación del mundo.
– La guarda de la celda.
– La soledad interior, o la soledad del corazón
La separación del mundo se lleva a cabo por la clausura. No salen del monasterio más que para un paseo semana. No reciben visitas ni ejercen apostolado exterior alguno. En el monasterio no tienen radio ni televisión. El Prior es quien recibe las noticias y transmite a los monjes lo que no deben ignorar. Así se encuentran reunidas las condiciones necesarias para que se desarrolle el silencio interior que permite al alma permanecer atenta a la presencia de Dios.
La celda es una vivienda acondicionada para proporcionar al Cartujo la soledad tan completa como sea posible, asegurándole lo necesario para la vida. Cada celda consiste en un apartamento con planta alta, rodeado de un pequeño jardín, donde el monje permanece en soledad la mayor parte del día durante toda su vida.
Sin embargo, la clausura y la guarda de la celda no aseguran más que una soledad exterior. Es el primer paso que favorece la soledad interior, o pureza del corazón: mantener su corazón alejado de cuanto no es Dios o no conduce a Dios.
En la Cartuja, las celebraciones litúrgicas no incluyen un fin pastoral. Así se explica por qué no se admiten a participar en la Misa o en los oficios celebrados en la iglesia de los monasterios a las personas que no pertenecen a la Orden. Por vocación a la soledad, la acogida se limita a la familia de los monjes (2 días al año) y a los aspirantes a nuestro género de vida, ejercitantes.
Vida solitaria y vida comunitaria
Característico de la Cartuja es la parte de vida común que está indisolublemente ligada al aspecto solitario.
La vida comunitaria tiene cada día su manifestación concreta en la liturgia cantada en la iglesia, y todas las semanas, por reuniones de la comunidad: el domingo, en el momento de la comida del mediodía tomada en silencio en el refectorio y, después de la comida, durante la recreación semanal.
Además, el primer día de la semana, un paseo largo, de alrededor de cuatro horas (el espaciamiento) durante el cual hablan lo que les permite conocerse mejor. Estas recreaciones y paseos tienen como fin cultivar el mutuo afecto y favorecer la unión de los corazones, al mismo tiempo que aseguran el equilibrio físico.
La comunidad cartujana está formada por monjes del claustro, sacerdotes o destinados a serlo (Padres) y por monjes conversos o donados (Hermanos).
Los monjes del claustro viven una soledad más estricta. No salen de su celda fuera de las ocasiones previstas por la Regla (ordinariamente tres veces al día para la liturgia; algo más frecuentemente el domingo). Allí se ocupan en la oración, la lectura y el trabajo (serrar madera para calentarse en invierno, cultivar el jardín, mecanografía, carpintería…).
Los Hermanos aseguran por su trabajo fuera de la celda los diferentes servicios de la comunidad (cocina, carpintería, lavado de ropa, explotación del bosque…).
Se trata de un mismo ideal, vivido de dos maneras diferentes. Los Hermanos, en cuanto es posible, también trabajan en silencio y soledad. Tienen su parte de vida en la celda, pero no tanto como los Padres. Las dos fórmulas se completan para formar la única Cartuja y corresponden a aptitudes diferentes de quienes desean entrar en la vida cartujana.
En la forma de vida de los Hermanos, todavía existen dos opciones posibles, la de los religiosos llamados Conversos, monjes que emiten exactamente los mismos votos que los Padres y la de los Donados que son monjes que no pronuncian votos pero, por amor a Cristo, se entregan a la Orden por un compromiso (contrato recíproco).
Los Donados tienen costumbres propias que difieren de la de los conversos: su asistencia a los Oficios, sobre todo al Oficio de la noche, es menos estricta, están menos obligados a oraciones vocales, etc. Viven sin tener nada como propio, conservan, sin embargo, la propiedad y disposición de sus bienes. Al cabo de siete años pueden comprometerse definitivamente o entrar en un régimen de renovación trienal de su donación. Su ofrenda no es menos sincera que la de los demás monjes, siendo así que cumplen trabajos difícilmente compatibles con las observancias de los conversos.
La liturgia cartujana
En comparación con la liturgia romana, el rito cartujano se caracteriza por una gran simplicidad y una sobriedad a nivel de formas exteriores que, por encima de las expresiones visibles y sensibles, favorecen la unión del alma con Dios.
Algunos elementos propios de la liturgia cartujana son los siguientes:
– Muchos tiempos de silencio
– La prohibición de todo instrumento musical.
– El canto gregoriano, que fomenta la interioridad.
– La celebración cotidiana de la liturgia.
La celebración del sacrificio eucarístico es el centro y la cima de la vida comunitaria:
Los monjes se reúnen para celebrar la Pascua del Señor pero esta eucaristía no puede ser concelebrada más que los días en que la vida cartujana reviste un carácter especialmente comunitario como son los domingos y grandes fiestas.
Ordinariamente, no hay más que un celebrante en el altar, y la plegaria eucarística se dice en voz baja.
La comunidad participa en esta liturgia eucarística por el canto gregoriano, la oración interior y la comunión.
A otra hora, cada monje sacerdote celebra los santos misterios en una capilla solitaria, haciendo suya la aplicación universal propia del sacrificio eucarístico.
Otro tiempo fuerte de la jornada eucarística es el oficio celebrado en la iglesia a media noche (Maitines y Laudes); durante dos o tres horas, según los días alternan el canto de los salmos y lecturas de la sagrada escritura o padres de la Iglesia, tiempos de silencio y preces de intercesión. Este largo oficio es particularmente apreciado por todos los cartujos. En él, cada uno, unido a sus hermanos, aunque de una manera personal, puede vivir una intensa y profunda comunión con Dios.
El canto con notas (antífonas, responsorios, himnos, propio de la misa, Kyrial) se canta siempre en latín, según las antiguas y hermosas melodías gregorianas propias de los cartujos. La salmodia se puede cantar en la lengua propia del país (español, italiano, francés e inglés). Las lecturas, se dicen en la lengua propia. En la celda se puede decir el oficio en latín o en lengua vernácula.
Hacia el fin de la jornada, los monjes se encuentran de nuevo en la iglesia para celebrar el oficio de Vísperas.
Las demás partes se celebran por cada monje en su celda, excepto los domingos y ciertos días de fiesta, en los que se cantan en la iglesia.
Los cartujos, además del oficio divino, recitan diariamente en la celda el oficio de la Virgen María y, una vez por semana, un oficio especial a intención de los difuntos, momento en que interceden ante Dios para que acoja en su Reino eterno a todos los que han dejado este mundo.
Gracias a la liturgia, la Cartuja no es un grupo de solitarios aislados entre sí, sino que forman una verdadera comunidad monástica, de esta forma manifiestan el misterio de la Iglesia y dando un lugar al culto público que con su oración tributa a Dios.
LAS ETAPAS DE FORMACIÓN
Antes de entrar en el monasterio
Si alguno pretende incorporarse a un monasterio, debe ante todo madurar seriamente su deseo en la oración. Tal decisión no debe tomarse sin antes reflexionar. Después debe ponerse en contacto con un monasterio, exponiendo lo mejor posible lo que le atrae hacia la vida cartujana. Como contestación seguramente le pedirán algunos informes necesarios acerca de sus estudios, su familia, etc.
Si parece oportuno, se le propondrá hacer un retiro en el monasterio con el fin de que pueda hacer una experiencia de este género de vida. Fuera de casos como éste, los cartujos no aceptan personas que desean hacer un retiro. Si la experiencia resulta positiva, puede suceder que aún se le pida demorar cierto tiempo la entrada, para probar (tiempo llamado prepostulantado) o al contrario, que se le permita entrar cuando le parezca.
Postulantado y noviciado
Al entrar en el monasterio, el candidato comienza el postulantado que dura de tres meses a un año.
Terminado éste, si se confirma su vocación, tomará el hábito cartujano y comenzará el noviciado que dura dos años.
A continuación vienen los votos temporales por tres años, que después se renuevan por otros dos.
Al final tiene lugar la profesión solemne, por la cual el monje se compromete definitivamente ante Dios y ante la Iglesia.
Las personas de menos de 45 años son las adecuadas para emprender este género de vida cartujano.