EnglishFrançaisDeutschItalianoPolskiPortuguêsEspañol

Concepcionistas Franciscanas

HISTORIA

La dama portuguesa Santa Beatriz Meneses da Silva (+ 1492) era hermana del beato Amadeo, confesor de Sixto IV y fundador en Italia de la reforma franciscana de los Amadeítas.

A mediados del siglo XV abandonó la vida de corte y se retiró al monasterio de Santo Domingo el Viejo, de Toledo.

En 1484, con unas amigas, funda un monasterio dedicado a la Inmaculada Concepción en unas casas ofrecidas por la reina Isabel la Católica. Al principio era una austera comunidad cisterciense, con hábito blanco, cordón franciscano y manto celeste, con la imagen de la Inmaculada en el escapulario y en el manto.

Beatriz, que mantenía buenas relaciones con el Vicario provincial y otros frailes de la Observancia castellana, murió en 1490, sin haber consolidado su fundación.

Hubo disensiones entre sus compañeras y acabaron agregándose a las benedictinas de San Pedro de las Dueñas, de Toledo.

Alejandro VI, con la bula “supernae providentia” del 19 de agosto de 1494, declaró extinguida la Orden del Cister en el monasterio, ordenando que en adelante se siguiese la Regla de Santa Clara, conservando el hábito blanco con capa azul, el oficio divino y demás rezos, según lo dispuesto por Inocencio VIII.

El monasterio podrá fundar otros monasterios, que gozarán de los privilegios del de Tordesillas y las religiosas dependerán directamente de los franciscanos.

Promotora de todo esto, según la bula, es Isabel la Católica, muy devota al misterio de la Inmaculada Concepción de la Virgen.

Con el traslado a San Pedro de las Dueñas aumentaron las discordias, pues a ninguno de los dos grupos agradaba el nuevo régimen.

En 1500, una vez más tuvieron que intervenir los frailes observantes para salvarlas de la ruina. En 1505, Cisneros, ya arzobispo de Toledo, ordenó su traslado al convento de San Francisco de Toledo, recién arrebatado a los conventuales, y obtuvo la confirmación del papa Julio II, con la bula “Pastoralis officii” el 19 de febrero de 1505. Con su ayuda y con la protección de la Reina Isabel, la nueva familia franciscana se difundió con extrema rapidez.

Muchos eclesiásticos y seglares se ofrecían a fundar conventos. El 14 de julio de 1508, el custodio observante de Murcia obtenía del papa el paso a su jurisdicción de los conventos concepcionistas fundados en su demarcación. Con semejante entusiasmo se propagó la nueva fundación por la dilatada provincia castellana.

Directa o indirectamente, Cisneros intervino en la fundación de Torrijos, Maqueda, Talavera, Escalona, Oropesa, Puebla de Montalbán, Ciudad Real, Guadalajara, Escariche, Pastrana, Fuentelencina y Madrid.

Por iniciativa de otros surgieron los de León, Cuenca, Olmedo, Usagre, Granada, Almería, Guadix, Carmona, Sevilla, San Juan de la Palma, Calahorra, Puerto de Santa María, Valladolid, Cabeza de Buey, Villasana, Priego, Pedroche, Daroca, etc.

Las concepcionistas se constituyeron en Orden el 17 de septiembre de 1511 (“Ad statum prosperum”), cuando Julio II, a instancias del rey don Fernando, les aprobó una regla propia, que no era sino la de santa Clara, con el privilegio de poseer en común y ciertas mitigaciones en los ayunos, a la vez que se establecía una clausura férrea y se hacía hincapié en la naturaleza contemplativa de la nueva orden.

El texto de la regla y de las primeras constituciones (1514) fue redactado por fray Francisco de los Ángeles Quiñones, vicario provincial de Castilla y futuro ministro general de la Orden, ayudado por Cisneros. Características principales son: pobreza en común, hábito blanco con capa azul, clausura perpetua, dependencia de los franciscanos de la Observancia, con quienes tendrían en común un mismo cardenal protector. En 1520 León X les hizo extensibles todos los privilegios de las Clarisas.

La nueva Orden se extendió rápidamente por España y Europa, y luego por los países de América, con una vitalidad sorprendente. Entre las santas y beatas concepcionistas destaca la venerable sor María de Jesús de Ágreda (+ 1665), consejera de Felipe IV, que mantuvo con ella correspondencia secreta durante 22 años. Su obra más conocida es la “Mística ciudad de Dios”, donde relata la vida de la Virgen María, centrándose principalmente en la vida interior y mística de la Madre de Cristo.

A las concepcionistas no les faltó su reforma, las Concepcionistas Descalzas, por obra de sor María de San Pablo, fundadora en Madrid, en 1604, del famoso monasterio de las Descalzas Reales.

Actualmente la Orden cuenta con 165 monasterios, la mitad de los cuales, 85, están en España, agrupados en 7 federaciones. También están presentes en Argentina, Bélgica, Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guinea Ecuatorial, México, Perú y Portugal.

CARISMA

Las Concepcionistas son monjas de estricta clausura (clausura papal), dedicadas a la oración contemplativa.

Su hábito consta de una túnica y escapulario blancos, toca, medallón en el pecho con la imagen de la Madre de Dios comúnmente, velo negro y capa azul.

Los ejes de su vida son la oración, el trabajo en fraternidad. Por eso la concepcionista hace de su vida una ofrenda con Cristo, por la humanidad desde nuestro trabajo y servicio fraterno. Esta oblación, lleva consigo la alabanza de Dios y la experiencia de su cercanía amorosa. A la vida contemplativa pertenece el descubrimiento de esta cercanía de Dios y de su Hijo Jesucristo Resucitado.

Lo principal es practicar la contemplación del misterio de Jesucristo, percibir en Él el resplandor de la Inmaculada Concepción y dejarse seducir, al igual que Maria, por el clamor con Jesucristo.

La Concepcionista procura vivir el Evangelio de Jesucristo que es el núcleo y el fin de su vida, y esto desde el misterio de la Inmaculada Concepción. Una hermana, no es concepcionista sin la Iglesia, pero con ella lo es enteramente. Por eso se sitúa totalmente en la Iglesia a través de la Inmaculada Concepción. Este Misterio se entiende precisamente por la Inmaculada, porque de ella nació la Iglesia en Jesucristo.

El honor de la Inmaculada Concepción es el tenor de vida de las concepcionistas. Sin embargo ellas saben que este honor de María, no es otra cosa que el reflejo de la gloria de Dios en el rostro de Jesucristo (2Cor 4, 6) Esta idea fundamental viene de Santa Beatriz de Silva y resplandece también en ella.

Por una parte consagran su vida, siempre como donación ofrecida únicamente al Señor. Se afirma nítidamente que ésta se realiza por medio del desposorio con Cristo, a honra de la Concepción Inmaculada, que es obra de Cristo.

Por otra parte se trata de una profesión, es decir, de una confesión pública de Jesucristo por medio de los consejos evangélicos:

• Siguen únicamente a Cristo (pobreza)

• Permanecen únicamente con Cristo. (castidad)

• Se dejan conducir únicamente por Cristo (obediencia)

• El otro voto que realizan las concepcionistas es el de clausura.

Cuando se trata el tema de la clausura, en el contexto de los votos, no se hace únicamente como voto que hacen las concepcionistas, sino que se considera la clausura como profundamente unida al espíritu de la Concepción, la clausura como seno materno común, y al mismo tiempo, como seno materno del alma de cada una de las hermanas en el que se realiza la Concepción. La clausura prepara para la Concepción (espiritual) y en la clausura se realiza la Concepción.

La clausura parece una separación, pero en realidad es un lugar de comunión más profunda con el mundo.

La vida en Comunidad es expresión de la vida con Jesucristo, y es al mismo tiempo como una certificación del desposorio con Él. Para que sea posible permanecer más cerca del Señor, las concepcionistas viven en clausura. El sentido profundo de la clausura es estar con el Señor.

La contemplación como mirada amorosa, conduce a la percepción de los misterios de Jesucristo y a su realización en su propia vida, imitando las actitudes de María:

• Permanecer silenciosa ante los hechos y palabras de Jesucristo.

• Meditar la vida y las palabras de Jesucristo en el corazón.

• Confianza en que Jesucristo va a obrar en cada una lo que Él quiera en cada momento, si se le es fiel. Para ello se necesitan las actitudes de oración, disponibilidad, ocultamiento silencioso.

• Procurar que la vida sea un continuo canto de alabanza, lleno de esperanza y de confianza, por nuestra Sociedad, a través de la oración Litúrgica, en nombre de todos los hombres.

La contemplación es el apostolado propio de la concepcionista.

LITURGIA y FORMACIÓN

“El principal deber de la concepcionista es la contemplación de las cosas divinas y la unión con Dios mediante la oración y el amor”

Las Concepcionistas celebran la Liturgia de las Horas Completa, cantada y acompañada por el órgano en su totalidad los días solemnes y festivos, los demás días se solemnizan las vísperas solamente, por ser el Coro poco nutrido.

Se valen de moniciones y oraciones sálmicas para profundizar en el conocimiento de los salmos.

En la Eucaristía también cantan todos los días.

Hacen dos horas de oración personal diaria, las visitas al Santísimo, Lectura espiritual o lectio divina después de nona, etc.

Las hermanas cultivan la formación permanente, tanto técnica como espiritual, por medio de cursillos, conferencias, medios de Comunicación social, etc.

Hay lugar para la distensión y recreación, días de fiesta y momentos de recreación en los que se fomenta la comunicación mutua y alegría, fruto de la satisfacción que produce el dedicar la vida al Señor y desde Él a los hermanos los hombres de toda raza, lengua y religión.

ORCIÓN Y TRABAJO

Los ejes de la vida de la Concepcionista son la oración y el trabajo en fraternidad.

Por el trabajo, participa la concepcionista en la preocupación por el sustento de la propia comunidad.

Este trabajo lo realizan en común y en comunión.