HISTORIA
La Familia monástica de Belén, de la Asunción de la Virgen y de san Bruno se funda el 1 de Noviembre de 1950 en la plaza de san Pedro de Roma cuando el papa Pío XII proclama el dogma de la Asunción de la Virgen, según el cual María ha sido elevada de la tierra al cielo en cuerpo y alma.
Algunos peregrinos franceses oyen entonces la llamada a darlo todo para que nazcan nuevas comunidades en la Iglesia. Su vocación será la de comulgar con la vida de la Madre de Dios presente en el corazón de la Trinidad, en una vida de adoración del Padre en Espíritu y en Verdad. Así, en 1951, en un pequeño pueblo francés, una comunidad de mujeres consagradas comienza a vivir en silencio este “Proyecto de la Virgen”.
En la fiesta de san Bruno, el 6 de Octubre de 1976, los primeros hermanos reciben el hábito monástico en la capilla de Nuestra Señora de Casalibus, en el macizo de la Cartuja, al Este de Francia. Se establecen en el monasterio de Currière- en Chartreuse donde llevan la misma vida que las monjas, formando una comunidad aparte.
El primer oratorio es acondicionado en un pobre establo que evoca la gruta en la que el Hijo de Dios se hace niño pequeño. Allí, siguiendo a María, las monjas adoran a Jesús presente en la Eucaristía. Por eso la comunidad naciente recibe el nombre de BELÉN.
La comunidad recibe también el nombre de la ASUNCIÓN DE LA VIRGEN que recuerda a monjes y monjas que la Virgen glorificada es el modelo y arquetipo de su vocación. Su responsabilidad en la Iglesia es la de anticipar desde esta tierra la vida de la Virgen María que permanece en la Santísima Trinidad.
Para llevar a cabo esta vocación, los monjes y monjas reciben la sabiduría de vida de SAN BRUNO, que ha retomado en el siglo XI la tradición de las “lauras” de los desiertos orientales del siglo IV.
La Familia monástica de Belén ha sido erigida de derecho pontificio el 6 de Octubre de 1998 por un decreto aprobado por Su Santidad el Papa Juan Pablo II.
ETAPAS DE LA VIDA MONÁSTICA
La primera etapa en la Familia monástica de Belén es la “ESCUELA DE VIDA”. Es un tiempo en el que se aprende a conocer a la Persona y la vida de Jesús escrutando el Evangelio línea a línea. Por Él, con Él y en Él, la Persona del Padre se desvela poco a poco así como la del Espíritu Santo. La Virgen María aparece como la perfecta discípula de Jesús: durante treinta años se ha dejado formar por su Hijo que vivía ante sus ojos, que permanecía en presencia de Padre.
La ESCUELA DE VIDA consiste también en una primera experiencia de vida en la comunidad monástica.
La celebración de la toma de hábito marca la entrada en la vida monástica. Esta etapa del POSTULANTADO es un tiempo de discernimiento y de formación espiritual y doctrinal durante el cual el joven monje o la joven monja se convierte en una piedra viva de la comunidad, responsable de la incesante y secreta liturgia del corazón. Se le da la ayuda espiritual necesaria para su crecimiento.
Le sigue el tiempo de NOVICIADO que prepara a la PRIMERA PROFESIÓN. El novicio o la novicia aprende a dejarse configurar por el triple esplendor de la gracia de Cristo obediente, casto y pobre. El conjunto de la formación que se le ofrece a través de las catequesis, lecturas, estudios y del acompañamiento espiritual, dispone su corazón al trabajo secreto del Espíritu Santo.
La PRIMERA PROFESIÓN es celebrada durante una liturgia eucarística para manifestar que la Iglesia responde de este acto, en el que el monje o la monja se compromete ante Dios y la comunidad durante cinco años por medio de los votos de castidad, pobreza, conversión, obediencia, estabilidad y continuo crecimiento en el amor. La familia y los amigos son invitados a participar en la alegría de esta consagración.
Algunos años más tarde, es celebrada en soledad la PROFESIÓN PERPETUA, en la que el monje o la monja se compromete definitivamente, de manera irrevocable, “hasta la muerte”, a vivir los votos ya pronunciados. Un ciclo de estudios bíblicos, filosóficos, patrísticos y teológicos completa la formación monástica recibida desde los primeros años de presencia en el monasterio.
Después de su profesión perpetua, los monjes que reciben esta llamada, discernida por el prior de Belén en nombre de la Iglesia, son ordenados presbíteros para un sacerdocio en soledad.
LA VIDA DE CADA DÍA
Desde el Ángelus de la tarde (19h45′) hasta el Oficio de Maitines (6h45′): este tiempo de la noche y de la aurora es de vela reservada exclusivamente a la presencia de Dios.
Las horas de sueño y de oración solitaria pueden variar según las posibilidades y la libertad en el Espíritu Santo de cada monje o monja. La mayor parte se acuestan pronto para levantarse muy pronto, rezar y nutrirse de la Palabra de Dios durante largas horas.
El trabajo se efectúa en las ermitas o talleres solitarios del monasterio — o en la hospedería para quienes tienen este cargo.
Cada monje, cada monja, recibe una celda de soledad para rezar, meditar, estudiar la Palabra de Dios, trabajar, tomar sus comidas y su tiempo de reposo. Siguiendo a los antiguos Padres del desierto, saben que quien tiene a Dios por compañero nunca está menos solo que cuando está solo.
LA VIDA LITÚRGICA
Toda la vida monástica es liturgia, pero ésta jalona la jornada en siete momentos particularmente intensos: cinco son vividos en la soledad de la ermita y dos, juntos, en la iglesia del monasterio.
Cuando se levanta, en el silencio y la soledad de la ermita, mientras es todavía de noche, el monje o la monja celebra EL OFICIO DE LA ESPERA para montar guardia velando a la espera del Esposo que viene en medio de la noche. Es un tiempo de intercesión por todos los hombres víctimas de la duda, del sufrimiento, del error, del pecado y de la incredulidad.
Los monjes se reúnen en la iglesia del monasterio para el OFICIO DE MAITINES seguido del de LAUDES para cantar a la Aurora verdadera, el “Orientale Lumen”, Cristo, Oriente de los orientes. Por Él, la iglesia es iluminada con la luz sin ocaso. Éste es el principal Oficio del día. Comporta una larga salmodia, lecturas bíblicas y patrísticas. Los cánticos del Antiguo y del nuevo Testamento, prolongados por los troparios del Canon de odas, son, como los salmos, la respuesta de la Esposa al Esposo.
A las 9h, en la soledad de la celda, el monje o la monja celebra el OFICIO DE TERCIA que conmemora el culmen del misterio pascual plenamente realizado por la efusión del Fuego del Espíritu Santo.
A medio día es la hora de SEXTA. El monje o la monja contempla a Cristo clavado en la Cruz, en la soledad de la celda.
A las 15h es la hora de NONA. El monje o la monja conmemora en el oratorio de la celda, o en el de el taller de trabajo, la muerte de Amor de Jesús en la Cruz.
En VÍSPERAS la comunidad se reúne en la iglesia del monasterio y alaba a Dios por la creación. Acoge con gozo el surgimiento de Cristo resucitado, “Luz gozosa de la santa gloria del Padre”, en las profundidades de la noche del hombre pecador. Se proclama el evangelio del día.
El oficio de COMPLETAS, siempre celebrado en la celda, es el último acto litúrgico de la jornada. Antes de acostarse, el monje o la monja entrega su espíritu en manos del Padre, invocando a Cristo para que guarde su corazón durante las vigilias nocturnas.
La EUCARISTÍA es al mismo tiempo el culmen de la jornada y de la vida fraterna. Es la ofrenda cotidiana al Padre del sacrificio de Jesús por toda la humanidad. Se celebra por lo general a continuación de Maitines o de Vísperas.
Los diferentes Oficios se inspiran de la liturgia oriental mientras que la Eucaristía es de rito occidental. Estas celebraciones tienen el color de los tiempos litúrgicos, las fiestas y los santos celebrados en esos días.