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Iesu Cummnio

HISTORIA

La actual comunidad de Iesu Communio tiene su origen en la comunidad de clarisas de Lerma.

En esta comunidad entró en 1984 a los 18 años María José Berzosa (desde entonces sor Verónica) y profesaría 6 años más tarde. La joven comenzaría a atraer vocaciones al convento, y acabaría por formar una comunidad aparte con un carisma diferenciado.

Como el convento de Lerma se quedó pequeño ante la gran cantidad de postulantes, logró que los franciscanos le cedieran el monasterio de La Aguilera, contiguo al santuario y a la tumba de San Pedro Regalado. Debido a que otra comunidad seguía residiendo en Lerma, solicitaron autorización a la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada para poder ser una única Comunidad en dos sedes diferentes, una sola abadesa y una única casa de formación.

En 2010 se aprobaron las constituciones del nuevo instituto ad experimentum por cinco años.

La madre Verónica María Berzosa fue reconocida como fundadora y confirmada como Superiora general del nuevo instituto. El nuncio Renzo Fratini y el cardenal Rouco Varela acompañaron al arzobispo de Burgos en la celebración eucarística que tuvo lugar el 12 de febrero de 2011 en la Catedral de Burgos cuando las 186 religiosas se adhieren formalmente al nuevo instituto.

El monasterio de la Ascensión de Nuestro Señor de Lerma fue abandonado por la comunidad en 2015 y en 2017 se abrió una nueva comunidad en Godella (Valencia), donde se trasladaron 50 hermanas. Esta nueva fundación se encuentra en un monasterio que había sido ocupado previamente por religiosas salesas.

CARISMA

Iesu Communio es un instituto religioso femenino de derecho pontificio aprobado por la Sede Apostólica el 8 de diciembre de 2010.

El instituto religioso se dedica “a la evangelización de los jóvenes” y a la vida contemplativa.

Las hermanas se sienten llamadas a ser existencia y presencia orante que lleva en sus entrañas el “tengo sed” del Esposo. Se sienten llamadas a vivir en la comunión de Jesús, a ser templo donde se custodia la presencia del Dios vivo, donde se celebra la fiesta de la salvación, donde se desea y se hace desear la santidad como plenitud del hombre; casa con entrañas de Eucaristía, donde se vive del misterio del Pan partido y de la Sangre derramada por la vida del mundo, para que ninguno se pierda, que todos conozcan el don de Dios (De las Constituciones de Iesu Communio).

IDENTIDAD

La sed del hombre resuena en el grito de Cristo en la Cruz: “Tengo sed” (Jn 19, 28). La sed del hombre sólo se calma, sólo encuentra alivio y descanso en Jesús, ¡sólo en Jesús!, el Mendigo sediento que sale al encuentro de la mujer samaritana: “Si conocieras el don de Dios…” (Jn 4, 10). Cristo no viene jamás a arrebatar, sino que desea ardientemente agraciar a la criatura con el don de Dios, colmar a su criatura con una vida en plenitud mediante el don del Espíritu que nos introduce en la comunión del amor trinitario. Cristo es el que está sediento por colmar nuestra sed; Cristo tiene sed de que del seno del sediento lleguen a brotar ríos de agua viva, fecundidad desbordante.

Quien ha conocido la sed de Cristo sobre su vida queda herido por su sed y abrasado por el deseo de que todos conozcan el don de Dios, está dispuesto a que su vida se haga por entero don y entrega que calme la sed de sus hermanos; lejos de ofrecer vinagre ante el grito del Crucificado, anhela ardientemente que se cumpla el deseo que Jesús expresó al Padre antes de su Pasión: “Padre, que todos sean uno en nosotros para que el mundo crea que Tú me has enviado” (Jn 17, 21). La comunión configura nuestra existencia y se convierte en testimonio y misión.

Urgidas por la sed de Cristo mismo, que no quiere que ninguno se pierda sino que todos tengan vida abundante, las hermanas quieren ofrecer lo que de la Iglesia han recibido y aprendido. Quieren ser testigos de que nada han perdido, de que, por el contrario, su vida se ha visto enriquecida en todo. Quieren ser presencia del don recibido.

Su comunión quiere ser templo donde, en adoración, se custodie la presencia del Dios vivo, se ame al Esposo con todo el ser, y arda día y noche la oración continuada que acoja y abrace el lamento, el dolor, la esperanza del mundo, y se vele por cada uno de los hijos que se nos confían.

Su comunión quiere ser hogar con entrañas de Eucaristía donde se celebren los Sacramentos, donde se invite al abrazo del perdón sanador y al banquete de la Eucaristía, alimento para avanzar sin temor en el camino de la santidad; su comunión quiere ser casa encendida donde se espere siempre al hijo que vuelve malherido, decepcionado, arrepentido, desorientado o abierto también al don; posada donde el Buen Samaritano siga otorgando descanso, aliento y fortaleza para emprender, continuar o retomar el camino de la fe.

Su comunión quiere ser casa siempre abierta donde se comparta la fe en Jesucristo desde la personal experiencia de rescate y sanación, donde se comparta la Palabra proclamada y encarnada para ayudar a superar la oscuridad que a veces obstaculiza el peregrinar.

Su comunión quiere ser testimonio de que, a pesar de las fragilidades y caídas, el Espíritu es capaz de unir, por encima de las diferencias, a los dispares y dispersos para que sean un solo corazón y una sola alma porque el Espíritu recrea a cada uno de manera única e irrepetible, y al mismo tiempo le inserta armoniosamente en una comunión donde el tú y el yo no se entienden sin ser nosotros, destruyendo así la amarga soledad y el doloroso vacío del corazón.

Su comunión quiere ser seno donde se testimonie la dimensión materna de la Iglesia, donde los hijos de Dios envueltos en caridad y en esperanza sean alumbrados y se sientan invitados a descubrir la grandeza y la belleza de la vida humana llamada a ser presencia del Amor de Cristo aquí y ahora.

Su comunión quiere vivir unida al canto de María que proclama la grandeza y la fidelidad de Dios, así como la alegría de la criatura cuando se deja recrear por su Señor.

ACTIVIDADES

Las hermanas de Iesu Communio se dedican en especial a la oración, especialmente en la adoración al Santísimo.

También organizan vigilias y encuentros, especialmente con jóvenes.

Sus fuentes de ingresos vienen de la elaboración de dulces, tarjetas de Navidad, así como donaciones y la venta de CD.

HÁBITO

El hábito de la orden consiste en una túnica de tela vaquera, con un cíngulo blanco en la cintura, sandalias y, en épocas frías, un poncho de lana azul marino.

PARA

SABER MÁS