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Oblatas de Jesús Sacerdote

HISTORIA DEL CARISMA

El 20 de julio de 1936, en plena Guerra Civil Española, una joven de 23 años que se encuentra en la iglesia de las Capuchinas haciendo oración antes de participar en la Santa Misa. Se oyen las bombas y las explosiones por bombardeo del Cuartel de la Montaña; ante el peligro inminente las religiosas buscan al capellán para confesarse pero no logran encontrarle; es en ese momento cuando la joven comprende el puesto vital del sacerdote en la Iglesia, su misión insustituible en el plan salvífico de Dios, para llegar a las almas.

Ante el altar de un templo que amenazaba con venirse abajo, esta joven, inspirada por el Espíritu Santo, ofreció su vida al Señor por los sacerdotes. Esta joven era Mª Carmen Hidalgo de Caviedes y Gómez.

En 1938, Mª Carmen, hizo Ejercicios Espirituales con el fin de discernir su vocación religiosa, esa vocación que desde muy joven Dios había puesto en su corazón, y que en los años de la guerra se fue definiendo mucho más. Estos Ejercicios se los dio a ella, y a su hermana, D. José María García, Lahiguera, Director Espiritual del Seminario Menor.

Lo que Mª Carmen sentía en su interior era: entrega por los sacerdotes y seminaristas; estrecha clausura: oración constante, rigurosa austeridad, silencio, apartamiento del mundo…. y al confiar estos sentimientos a D. José Mª, que ya barruntaba algo similar desde hacía tiempo, se produjo el nacimiento de aquella nueva obra en la Iglesia, que se llamó en un principio “La Obra Sacerdotal”. Todo aquello ocurrido aquel 25 de abril de 1938, se ratificaría al día siguiente en la Eucaristía.

Al finalizar la guerra, existía un pequeño grupo o comunidad impulsado por ese mismo ideal que Dios puso en los corazones de estas dos almas. La primera que participó de estos ideales fue la hermana menor de Mª Carmen, Lucía María.

Se reunieron en una casa en Getafe, el 24 de mayo de 1939 viviendo austeramente y pasando por muchas dificultades.

Fueron cambiando de domicilio hasta llegar a C/ General Aranaz, 22 en Madrid, que es la actual Casa Madre de la Congregación, donde está la sede del Gobierno General y Casa de Noviciado.

Poco a poco la Comunidad fue creciendo y se fundaron nuevos conventos en distintos lugares de España y más recientemente, en Perú.

Así en la actualidad son seis los monasterios de la congregación, cinco en España (Madrid, Salamanca, Huelva, Moncada (Valencia) y Toledo) y uno en Perú, en la ciudad de Moyobamaba.

CARISMA

Las oblatas viven entregadas totalmente a Dios “en la soledad y en el silencio, en la oración constante y austera penitencia”.

La oración es la constante ocupación de la oblata, ya sea con la alabanza a Dios por la liturgia, ya en el silencio de la oración mental, ya en medio de los trabajos de la vida cotidiana.

El espíritu de oblación es el distintivo de la Congregación. Por su profesión, la oblata queda unida de modo especial a Cristo Sacerdote. Su ofrenda, asociada al sacrificio redentor de Jesucristo, se va convirtiendo en realidad concreta y continuamente vivida por la progresiva configuración con Cristo pobre, virgen y obediente hasta la muerte de cruz.

Todo esto realizado en el marco sencillo y alegre de la vida común que, dentro del espíritu de soledad y silencio, da a la oblata ocasión constante de practicar sus virtudes, especialmente la humildad y la caridad, de modo que la comunidad forme un solo corazón y una sola alma fundidos en un mismo espíritu y un solo Amor, que Es Cristo.

LA VIDA DE LA OBLATA

La vida de la Oblata está totalmente consagrada a Dios; por ello todas las horas del día y de la noche están dedicadas a la alabanza divina, a la oración.

Es una vida sencilla en un clima de silencio y alegría. A veces parece que son palabras opuestas pero, en la vida de la Oblata, silencio y alegría suenan al unísono.

La oblata pasa un gran tiempo junto al Sagrario, acompañando a Jesús.

La oración mental es indispensable para el encuentro personal con el Esposo, para estar a solas con Él. Pero también hay un tiempo de oración comunitaria en el que la oblata, se dirige a Dios, se dirige a Madre y pide por toda la Iglesia. Viven la Liturgia, pues alimenta su espiritualidad. Rezan las letanías de Cristo Sacerdote, el Ángelus, el Rosario, La liturgia de las Horas.

A las 9,00 ha llegado el momento central de su día; central, porque será lo más importante. Por eso es que, al empezar el día, escucha la Palabra de Dios y recibe a Jesús en la Eucaristía. Desde ese momento, Le llevará dentro. Ahora no será ella, sino Jesús quién actúe en ella. Dócil a la voluntad de Dios dejará que Jesús viva en ella todo el día.

Cada una tiene sus funciones, la sacristía, la cocina, la costura, la huerta, el torno, los trabajos del convento….

El trabajo es parte de su oración diaria, ofrecido a Dios por la salvación de las almas, por la santidad de los sacerdotes.

Una de sus tareas es la costura: albas, vestiduras para la celebración Eucarística… La oblata cose, borda con amor.

Llega la hora de la comida, e igual que en el desayuno o la cena, la oblata se dirige al refectorio. Allí, junto a todas las hermanas le espera un plato de comida sobre una mesa de madera y un banco donde sentarse. La comida es también un tiempo dedicado a Dios y, allí escuchará alguna lectura, quizás hoy la vida de un santo. Los domingos y festivos escuchará canto gregoriano.

Cada día, la oblata, además de sus oraciones, tiene un rato de lectura y también tiempo libre. Sin embargo, todos esos momentos seguirán estando ofrecidos a Dios por ti y por mí, por los sacerdotes, por toda la Iglesia.

Por la tarde, la oblata, junto a toda la Comunidad, alzará su voz al cielo dirigiéndose a Madre, en esa oración que es el Santo Rosario.

La formación también ocupa un lugar importante en la vida de la oblata, especialmente en la etapa de noviciado y juniorado. Semanalmente la novicia y, quincenalmente la profesa, la oblata recibe formación sobre la Congregación, el Carisma de Madre MªCarmen, la oración mental… Pero esta formación no es sólo parte de estas dos etapas, la oblata estará en continua formación toda su vida: oración, Biblia, Liturgia, Teología… Lo que se aprende en una casa llega a todas.

Aparte del recreo de los jueves y domingos que la oblata comparte con toda la Comunidad, los días festivos son una auténtica fiesta en el Convento: la Comunidad se reúne en torno a Madre en un ambiente de alegría, de familia; comidas de campo, coloquios… Y es que la Oblata se alegra con Cristo y con María en cada festividad.

La oblata cada noche, después de la cena ensaya de canto gregoriano. La oración de la oblata vuela de nuevo al cielo, esta vez, en forma de canto; igual que volará cada domingo, cuando la oblata, en la solemnidad de la Santa Misa canta a Dios en gregoriano.

Así, llega el final del día. Después de un largo día de oración, trabajo, sacrificios, ofrecimientos…, la oblata reza completas y se prepara para descansar. Al final del día, dará nuevamente gracias a Dios por todo lo ocurrido, pedirá perdón por sus fallos y con ánimo de superación y agradar a Dios, formulará sus propósitos para el día siguiente.

Es hora de descansar, para mañana, comenzar un nuevo día para amar a Dios. Pero incluso durante la noche, no dejarán solo a Jesús ni un instante. Como han venido haciendo durante el día, por la noche harán turnos para acompañar y adorar a Jesús en el Sagrario.

Y mientras la oblata duerme, su sueño seguirá siendo una oración “pro eis” y por la Iglesia, que incesante se dirige al Cielo.