EnglishFrançaisDeutschItalianoPolskiPortuguêsEspañol

Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará

HISTORIA

El Instituto Servidoras del Señor y la Virgen de Matará, SSVM, es una comunidad religiosa de derecho diocesano, fundada por el P. Carlos Miguel Buela el 19 de marzo de 1988 en San Rafael, Argentina.

El 19 de marzo de 1988, fiesta de San José, se iniciaba la experiencia religiosa de la rama femenina del Instituto del Verbo Encarnado. Éste había comenzado cuatro años atrás, el 25 de marzo de 1984.

Con la Misa solemne presidida por Mons. León Kruk, por entonces Obispo de San Rafael, en la casa que les habían donado a las Hermanas en la calle Represa y Rawson, se dio comienzo oficial al Instituto de las Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará.

Mons. Andrea Maria Erba, Obispo de Velletri-Segni, donde se encuentra la sede principal de las Servidoras, erigió el Instituto como Instituto Religioso de derecho diocesano, el día 24 de marzo 2004, en las primeras Vísperas de la Solemnidad del Verbo Encarnado.

El decreto de aprobación fue leído durante la Santa Misa de acción de gracias por el 20 aniversario de la fundación del Instituto del Verbo Encarnado, en el Altar de la Cátedra de la Basílica San Pedro, Roma. La Santa Misa fue presidida por Mons. Erba y concelebrada por Mons. Tricarico y por más de 50 padres del IVE de Italia y misioneros y sacerdotes diocesanos. Participaron las Servidoras de todas las comunidades de Italia.

Este Instituto y el Instituto del Verbo Encarnado (IVE), junto con la Tercera Orden Secular forman nuestra Familia Religiosa del Verbo Encarnado.

Los dos institutos religiosos comparten el mismo carisma, tienen constituciones gemelas y ambos incluyen las ramas activa y contemplativa.

Sus miembros son religiosas que profesan votos de castidad, pobreza y obediencia, y un cuarto voto de esclavitud a María, al igual que la rama masculina del Instituto.

El P. Buela funda este Instituto con el “único anhelo de darle a Jesucristo esposas según su Corazón”, es por eso que la vocación principal de las religiosas es la de ser esposas de Cristo y madres de las almas a través de los votos de su consagración, cumpliendo de este modo con su propia feminidad.

CARISMA

El carisma es la gracia necesaria para poder llevar a cabo el fin específico que el Espíritu Santo inspiró al fundador.

El carisma propio del Instituto implica «la gracia de saber cómo obrar, en concreto, para prolongar a Cristo en las familias, en la educación, en los medios de comunicación, en los hombres de pensamiento y en toda otra legítima manifestación de la vida del hombre. Es el don de hacer que cada hombre sea “como una nueva Encarnación del Verbo”, siendo esencialmente misioneros y marianos[2].

Por lo tanto, «todos sus miembros deben trabajar, en suma docilidad al Espíritu Santo y dentro de la impronta de María, a fin de enseñorear para Jesucristo todo lo auténticamente humano, en las situaciones más difíciles y en las condiciones más adversas.»

«Por eso, la misión, recibida del fundador y sancionada por la Iglesia, es llevar a plenitud las consecuencias de la Encarnación del Verbo, que es el “compendio y raíz de todos los bienes” (S. Juan Crisóstomo), en especial al amplio mundo de la cultura, o sea a la “manifestación del hombre como persona, comunidad, pueblo y nación” (Juan Pablo II).»

EL NOMBRE

El nombre de “servidoras” es una referencia a las mujeres fieles que se encontraban al pie de la Cruz (Ls 8,1-3) usado por San Luis María Grignion de Montfort en la Verdadera Devoción.

La segunda parte del nombre “del Señor y la Virgen de Matará” se refiere a Cristo Crucificado y a su Madre Santísima que se encuentran en la Cruz de Matará usada por las hermanas, ya que Jesús en su Cruz y la Virgen María debe ser los fundamentos de nuestra espiritualidad.

EL HÁBITO

El hábito es gris y azul e incluye una túnica gris, un escapulario azul, un velo azul, para las hermanas profesas, un velo blanco, para las novicias, la Cruz de Matará y un anillo de oro para las hermanas de profesión perpetua

Estos colores representan los misterios de la Encarnación: el azul representa la Divinidad de Cristo y el gris representa la Humanidad.

UN DÍA EN EL MONASTERIO

La vida de las religiosas contemplativas se divide en oración, trabajo, estudio, lectura espiritual, Lectio Divina y vida comunitaria.

En la soledad y el silencio, mediante la escucha de la Palabra de Dios, el ejercicio del culto divino, la ascesis personal, la oración, la mortificación y la comunión en el amor fraterno orientan toda su vida y actividad a la contemplación de Dios.

La jornada monástica comienza con el canto del Oficio Divino y una hora de Adoración al Santísimo Sacramento, acto que culmina con la participación de la Santa Misa.

El resto del día, excepto la hora de recreación después del almuerzo y la cena, transcurre en silencio, uniendo al trabajo y al estudio la oración de cada una.

El trabajo de las monjas consiste en la confección de ornamentos litúrgicos, rosarios, pinturas y la elaboración de productos caseros. También trabajan en la huerta y el jardín del monasterio.

Por la tarde, una hora más de Adoración, unida al canto del Oficio Divino da a las actividades esa impronta de alabanza eucarística por la que debe caracterizarse toda alma consagrada.

Las hermanas cuentan además con un día al mes en el que se las puede visitar en horarios establecidos, además se puede participar con ellas en la Santa Misa diaria, en la Adoración Eucarística, en el canto de las Horas de la Liturgia y demás oraciones que marcan el ritmo de la jornada en el monasterio.