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Franciscanas de la Tercera Orden

ORIGEN

La Tercera Orden Franciscana fue fundada por S. Francisco en 1221 como una verdadera orden religiosa seglar, pero, ya desde el principio, el deseo de mayor perfección evangélica llevó a algunos hermanos y hermanas a optar por la vida solitaria o eremítica, y a otros, a asociarse en obras de piedad y de caridad, viviendo en común, primero libre y espontáneamente y luego, por necesidad de organización, en estructuras cada vez más estables y reglamentadas.

Estos grupos, nacidos y gestionados autónomamente en varias naciones y, a menudo, en ámbitos regionales más restringidos, a un cierto momento sintieron la necesidad de reunirse en Congregaciones.

Tales congregaciones nacionales recibieron, en varias épocas y de diversos pontífices, la aprobación canónica, según las exigencias de la nueva forma de vida en común.

En 1295, Bonifacio VIII permitía a los hermanos de la Penitencia de Alemania llevar vida en común y edificar casas y oratorios donde poder celebrar los oficios divinos.

La supresión de las comunidades de beguinas del norte de Europa por el Concilio de Vienne hizo que muchas de ellas se orientaran hacia la Tercera Orden franciscana para sobrevivir.

Una bula dudosa de Juan XXII del 18 de noviembre de 1324 defendía a algunos terciarios de la región umbra italiana y recomendaba su forma de vida.

Una bula de Bonifacio IX de 1401 autorizaba a los hermanos y hermanas terciarios de la diócesis de Utrecht para celebrar capítulo general, tener estatutos propios y hacer voto solemne de continencia.

En agosto de 1411, Juan XXIII concedía a los hermanos y hermanas de Flandes la misma autonomía y aprobaba sus estatutos.

Esta congregación llegó a contar con 70 conventos de uno y otro sexo y unos 3000 miembros. Se dedicaban principalmente a la labor hospitalaria y vestían de gris.

TERCERA ORDEN REGULAR FEMENENINA

Desde el siglo XIII han existido las comunidades de terciarias dedicadas a obras de caridad y de apostolado, sin comprometerse nunca con votos solemnes ni a vivir en clausura.

Entre ellas hay que mencionar a las Hospitalarias o Hermanas grises y a las Elisabetinas del centro-norte de Europa, así como a las Ursulinas o Compañía de Santa Úrsula, fundada por Santa Ángela Mérici (+ 1540).

La institución más dinámica, que anticipaba el espíritu y misión de las modernas congregaciones franciscanas femeninas, fue la de la beata Angelina de Marsciano (+ 1435), con autoridad de ministra general recibida de Bonifacio IX y de Martin V.

Cada uno de sus 16 monasterios podía elegir su propia ministra, que era la encargada de recibir novicias y admitir a la profesión.

La general era elegida por las ministras locales y su tarea era visitar las comunidades y admitir a hermanas de otras congregaciones similares. Se ocupaban fundamentalmente de la instrucción de la juventud femenina. Las italianas se pusieron bajo la jurisdicción de los frailes observantes, conservando su propia organización.

El continuo viajar de la ministra general para las visitas fue lo que provocó que Pío II suprimiera dicho cargo en 1461, mientras los observantes imponían a todas las religiosas la clausura religiosa.

La gran floración de institutos franciscanos de todo tipo se produjo, sin embargo, en el siglo XIX, coincidiendo con el descenso numérico e institucional de las ramas de la primera orden, por obra, en muchos casos, de religiosos exclaustrados.

Las nuevas fundaciones salían al paso de las necesidades creadas por el proletariado, fruto del capitalismo liberal y la industrialización. Los objetivos eran bien concretos: asistencia a niños, enfermos, ancianos, marginados, emigrantes, instrucción escolar y profesional, atención a la juventud desviada y a las prostitutas.

Las nuevas congregaciones franciscanas emitían votos simples, temporales o perpetuos, para evitar la norma tridentina que obligaba a la clausura a las de votos solemnes.

Sólo en 1905 tales congregaciones fueron reconocidas como religiosas por la Iglesia, a condición que se agregaran a una de las ramas de la primera orden o de la tercera orden regular. Actualmente existen centenares de Congregaciones franciscanas regulares. Los frailes menores (antiguos observantes y reformados) dirigen 7 congregaciones y tienen agregadas 11 masculinas y 270 femeninas; los conventuales tienen agregadas 4 masculinas y 33 femeninas; los capuchinos 9 masculinas y 89 femeninas; los terciarios regulares, 2 masculinas y 3 femeninas.

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