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Redentorístas

La Orden del Santísimo Redentor fue fundada el 13 de mayo de 1731 por la Beata María Celeste Crostarosa, con la colaboración de San Alfonso María de Liguori.

La Beata María Celeste Crostarosa nació en Nápoles, Italia el 31 de octubre de 1696. Fue bautizada con el nombre de Julia Marcela Santa y fue la décima de doce hijos. Desde pequeña sus hermanos la identificaron por ser de un carácter muy animado, vivaz, sensible y de buen intelecto.

Hacia los cinco años Julia comenzó a experimentar un inusual sentido de intimidad con Jesús, “conocimiento de su divinidad, de una manera tan dulce que concibió la idea de amar y servirlo”.

A la edad de veinte años, ella y su hermana ingresaron en el Carmelo de Marigliano, pero el monasterio fue suprimido debido a la intervención de una Duquesa, partiendo después de tan sólo cinco años de vida religiosa. Durante ese tiempo, Julia conoció a Monseñor Tomás Falcoia, quien estaba impartiendo un retiro a la comunidad. Le sugirió que era la voluntad de Dios que ella y sus hermanas -para entonces había ingresado otra de sus hermanas al monasterio-, deberían ir a un monasterio en Scala sonde él había hecho una reforma de acuerdo al espíritu y práctica de la Orden de la Visitación.

Siendo novicia en el nuevo monasterio en Scala, recibió el nombre de María Celeste. Ahí recibió la revelación de “entender los planes de Dios para un nuevo Instituto, el cual el Señor pondría en el mundo por medio de ella y que tendría como norma y regla Su propia Vida”. Bajo la dirección de Monseñor Falcoia y con el apoyo iluminador de San Alfonso María de Liguori, el convento de la Visitación fue reformado de acuerdo a la Regla que María Celeste había recibido del Señor el 25 de abril de 1725.

La Orden del Santísimo Redentor fue oficialmente fundada el 13 de mayo de 1731, en la fiesta de Pentecostés. La vocación de las hermanas es ser una “Viva Memoria del Redentor”.

En la fiesta de la Transfiguración las hermanas recibieron el hábito rojo oscuro, el color del amor, que recuerda al mundo el amor profundo e infinito de Dios a toda la humanidad.

María Celeste murió en la fiesta de la Santa Cruz el 14 de septiembre de 1755. Su cuerpo incorrupto descansa en el monasterio de Foggia, Italia.

Sor María Celeste Crostarosa fue beatificada el 18 de junio de 2016 en Foggia, Italia, estableciéndose su fiesta litúrgica el 11 de septiembre.

ESPIRITUALIDAD

La Orden tiene por finalidad la imitación de la vida y de las virtudes de Nuestro Señor Jesucristo.

Las Redentoristas son llamadas a contemplar a Dios Padre como se manifiesta en el Cristo Redentor, y a continuar en su vida la misión que Jesús recibió del Padre para la salvación del mundo.

Su vida de adoración, de alabanza, de penitencia y de petición es por sí misma apostólica.

Fuente oculta de la cual se difunde el amor del Señor, la vida contemplativa sustenta la actividad de quienes se consagran a la evangelización activa.

Al servicio de la Iglesia misionera, la vida de las monjas quiere ser una ofrenda para la salvación de todos los hombres.

ORACIÓN

La oración comunitaria y personal, la Lectio Divina y la Meditación giran en torno al centro de su vida: la celebración de la Eucaristía, corazón y fuente espiritual de todo el día.

La vida de las Redentoristas contemplativas se esconde con Cristo en Dios, lo que las une a Cristo en espíritu y corazón, y las hace vivir el misterio de la Encarnación.

El silencio, al ser un valor esencial de la vida monástica, libera el alma, y siempre trae consigo una llamada del desierto a la soledad y paz, y abre el corazón a Dios.

Es en y a través de la Eucaristía, y de la vida de oración, que son transformadas en imágenes fieles del Redentor y aprenden a ser Eucaristía viva para la Iglesia y para el mundo.

TRABAJO

Unidas a Cristo, que nació en una familia trabajadora, encuentran alegría al ser capaces de usar sus habilidades y talentos al servicio de la comunidad.

Su trabajo provee un balance indispensable en su vida como contemplativas.

Además de los quehaceres domésticos que son asignados, como cocinar, limpiar y mantener todo en orden, humildemente ofrecen sus talentos en trabajos de bordado y costura litúrgicos. Así mismo, elaboran hábitos para sus hermanos Redentoristas.

El trabajo tiene un valor redentor cuando participa en el trabajo de la creación uniendo sus labores con el de los demás, colaborando en la construcción de un mundo mejor para la gloria de Dios. Consideran que han recibido esta vida como un regalo de Dios y por medio de su trabajo sostienen ese don.