Orar para unirse a Dios y pedirle por la humanidad. Trabajar para que el monasterio sea hogar de Dios. Rezar ocho horas al día y trabajar otras ocho.
En clausura, los mayores y enfermos reciben un excelente cuidado, la cocina es elaborada con calma, y las tareas del hogar realizadas como entrega a los hermanos. La vida contemplativa ha sido sostenible a la largo de las siglos gracias al trabajo artesano y al voto de pobreza. Pero la falta actual de vocaciones, la despoblación del entorno rural y los dos últimos años de pandemia han zarandeado la situación de muchas comunidades. Los que rezan cada día por nosotros, hoy nos necesitan.