Por Sor Marta González Cambronero, osb
Monasterio de Santa Cruz de Sahagún (León)
La JMJ ha sido, para mí, un continuo derramamiento de bendiciones que me invita a ser bendición para los demás. Ahora bien, me hice de rogar.
Cuando la madre abadesa me propuso asistir a la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de Lisboa por lo positivo de esta experiencia, si participas con el corazón, y porque mi presencia entre los jóvenes podía ser un testimonio vocacional cercano y actual, a mí solo se me vinieron a la cabeza los aspectos negativos de las JMJ como el calor, o dormir y ducharse en pabellones… Además, me veía incapaz de mover corazones, ya que eso lo hace Dios.
Le costó meses convencerme. Contó incluso con el apoyo de mi hermana. Ella pensaba asistir y quería que la acompañara. Finalmente rellenamos la ficha de inscripción. Ya estaba contenta y convencida.
La primera bendición, que es asistir a la JMJ, no se quedó ahí. Ya que iba, quería ir con mi hermana. Por ello me inscribí con la Diócesis de Ciudad Real, en vez de con la de León; y no contentas con eso, mi hermana, mi madre y yo convencimos a mi hermano para que se apuntase. Finalmente el 31 de julio los tres partimos hacia Portugal.
Ha sido una bendición ir con mis hermanos. He disfrutado especialmente de compartirla con mi hermana, con quien más tiempo he pasado, al comprobar que es ya toda una mujer y al verla orar, disfrutar y vibrar con Dios.
Ha sido una bendición dejarme llevar por el grupo que quería, en el día libre, embarcarse en tres horas de ida y otras tres de vuelta para ir a Fátima; lugar en el que pude ofrecer el rezo del Rosario, caminando de rodillas por aquella hilera de losas blancas. Fue especialmente emotivo para mí.
Ha sido una bendición conocer a cada una de las personas con las que fuimos al santuario. Nos hicimos entonces inseparables durante toda la JMJ.
Ha sido una bendición ser voluntaria en el encuentro de españoles que tuvo lugar al comienzo de la JMJ.
Ha sido una bendición reencontrarme con personas conocidas y apreciadas provenientes de toda la geografía española.
Ha sido una bendición encontrarme y hacerme fotos con decenas de seguidores a los que he aportado algo a través de mi canal de YouTube y mis perfiles de Instagram, TikTok y Twitter.
Ha sido una bendición conocer a la familia que nos acogió en su casa. Nos abrió las puertas de su hogar y las de su cariño.
Ha sido una bendición el encuentro de influencers donde también se derramó sobre nosotros la bendición del Cardenal Oscar Rodriguez, el trato como misioneros digitales y el encuentro y fotos con otros influencers.
Ha sido una bendición ver en dos ocasiones al Papa tan cerca; una bendición su presencia, su cercanía, su palabras y su saber ganarse a todos.
Ha sido una bendición el ambiente de la JMJ: grupos de jóvenes cantando en los trenes, el silencio ante el Santísimo de 1 millón y medio de peregrinos durante la Vigilia…
Ha sido una bendición asistir a tres conciertos de Hakuna y gritar juntos sus canciones.
Ha sido una bendición cada canción, cada comida, cada caminata, cada mirada, cada sonrisa, cada catequesis, cada persona, cada ayuda, cada sombrilla, cada acto de generosidad, cada “manda ubicación y nos buscamos”, cada concierto, cada encuentro…
Bromeábamos en el tren sobre la factura que Dios nos pasará por todas estas bendiciones ¿Qué nos pedirá? Quizás que hagamos con los demás lo que Él ha hecho con nosotros. Por lo tanto… ¿y si hoy soy bendición para los demás?