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Ven Espíritu Santo

Por la Hermana María.
Comendadora del Sancti Spíritus.
Monasterio del Espíritu Santo del Puerto de Santa María

En un mundo donde todo avanza rápidamente y la globalización nos va absorbiendo poco a poco, y pareciera que lo único que reina son las guerras, la injusticia y toda clase de pecados, “la vaciedad de los razonamientos, obstinan el corazón del hombre y lo hacen insensible, incluso llega a ser inhumano”, como escribía hace 2000 años San Pablo.

En este tiempo donde las ideologías confunden especialmente a los adolescentes dejándolos sin identidad y orientados a la perdición, el sufrimiento de los inocentes se vuelve cada vez más normal y muchas veces nuestra respuesta es mirar hacia otro lado porque nos sentimos impotentes y e incluso tentados por la desesperanza.

Un nuevo Pentecostés para el mundo

En esta realidad concreta del mundo actual, necesitamos unirnos en una sola voz, unánimes y concordes pidiendo: Ven Espíritu Santo, ven Espíritu Santo, ven Espíritu Santo, ven, y haz un nuevo Pentecostés.

Ven, calma, serena y ordena el mundo. Ven a nuestros corazones y haz de nosotros personas nuevas, capaces de amar como Tú nos amas, porque solo de esta manera el mundo se transformará.

En este momento es fundamental que seamos conscientes de que, si podemos hacer algo por la humanidad, de manera especial la vida contemplativa, los consagrados y los laicos comprometidos, y “ese algo” es rezar. Pidamos al Espíritu Santo que venga y vuelva hacer un Pentecostés en nuestras vidas, tantas veces paralizadas por nuestros egoísmos.

Pero para recibir al Espíritu Santo es importante prepararnos, llamarlo, invocarlo, ser una continua Epíclesis (en la celebración de la Santa Misa, la parte dedicada a invocar al Espíritu Santo). Dice san Buenaventura: “El Espíritu Santo viene donde se le espera, donde se le invoca, donde se le ama”.

Preparados para el cambio

Las Comendadoras del Espíritu Santo del Puerto de Santa María durante la celebración de la Eucaristía el día de Pentecostés.

Cuando invoquemos al Espíritu debemos ser como los apóstoles en el cenáculo con María. En la Sagrada Escritura se dice que los apóstoles estaban unidos en oración en el cenáculo junto a María, es decir, que estaban unidos en la oración, en unidad y con perseverancia, estas palabras nos animan en nuestro caminar hacia Cristo, sabiendo que la Virgen María Esposa del Espíritu Santo nos acompaña siempre.

Además, si queremos invocar al Espíritu Santo, tenemos que estar preparados para que algo cambie en nuestra vida, no podemos invocar al Espíritu Santo y al mismo tiempo poner la condición de que todo siga igual que antes. Los Padres de la Iglesia decían que todo lo que toca el Espíritu Santo lo cambia y lo transforma. De tal manera que el Espíritu Santo cambiando nuestro corazón, ya está cambiando el mundo.

Nosotras somos Comendadoras del Espíritu Santo, y no se trata solamente de un nombre, sino que es un compromiso, porque a su manera el Espíritu quiere revelarse en nosotras y a través de nosotras. Cuanto más conocemos al Espíritu Santo: su Persona y su Acción, más conscientes somos de cómo actúa su gracia en nuestras comunidades religiosas; y aún más, vemos cómo el Espíritu nos contagia de su existencia, introduciéndose dentro de nosotros.

De manera especial en este Año Jubilar que la Iglesia nos ha concedido por nuestros 825 años de aprobación, invitamos a todos a rezar a través de la Corona del Espíritu Santo.

Conscientes de la Grandeza de nuestro dulce huésped del alma, esperamos como cada año que, en este nuevo Pentecostés, el Espíritu Santo renueve nuestra alma haciéndonos nuevas criaturas al servicio de la Iglesia.

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