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Historia del monacato

El monacato (del griego monachos, persona solitaria) es la adopción de un estilo de vida ascético dedicado a una religión y sujeto a determinadas reglas en común.

El monacato cristiano

El monacato cristiano surge en Egipto en las dos últimas décadas del siglo III y lo hace a raíz de que algunos cristianos se desligan de su vida cotidiana, renunciando a su familia y sus pertenencias, retirándose a la soledad para llevar una vida de austeridad voluntaria en todas las facetas de su vida (económica, alimentaria, vestimenta, castidad …). Las normas son impuestas por ellos mismos con el objetivo de seguir el ejemplo de Cristo.

El antiguo monje considera que con la imitación de Cristo puede cumplir de mejor manera algunos de los imperativos del Evangelio, como son la genuina aspiración a la perfección y el verdadero amor a Dios.

Por consiguiente, en sus orígenes, el monacato cristiano se entendía como la realización de los ideales cristianos de perfección y representaba un paso importante en la evolución hacia la vida perfecta que se practicaba en la iglesia.

En muy pocos años estos anacoretas se multiplicaron en Oriente. La mayoría de ellos vivían solos en grutas, pero otros se agrupaban espontáneamente en torno a un monje destacado que se convertía en maestro del grupo, como sucedió con San Pacomio (287-346) o con san Antonio Abad (251-356)

La reforma del Anacoretismo:

San Pacomio

San Pacomio inicia la reforma del Anacoretismo, tratando de establecer una verdadera comunidad monástica, en la que todo esté dividido equitativamente apoyándose en una Regla, la cual iría redactando poco a poco, según las necesidades que iba detectando.

El principal objetivo de la Regla era ordenar y reglamentar esa vida común, pero también terminar con los excesos que cometían los anacoretas y cenobitas para lograr una mejor vida o una consagración.

San Pacomio opta por cambiar el sistema de trabajo y es así como instaura los gremios dentro del monasterio o cenobio, equilibrando el trabajo con las horas de oración y lectura divina; también se hace asesorar por los hombres más ancianos de la comunidad.

La reforma del Cenobitismo: San Basilio

La vida religiosa comunitaria en soledad pasa de Egipto a Palestina y Siria y fue, sobre todo, Basilio el Grande quien mediante su actividad y sus reglas aseguró su victoria definitiva en Oriente frente al ascetismo libre y personal.

Basilio nació en Cesaréa de Capadocia en el año 329 aproximadamente; recibió una educación profundamente cristiana y al conocer el funcionamiento de los monasterios pacomianos decide hacer cambios en el cenobitismo para acabar con los excesos que se autoimponían los monjes.

Para Basilio, el monje no es un ser solitario, pero se debe apartar del mundo, de sus parientes y amigos para encontrar nuevos hermanos en el monasterio.

El monasterio es una familia cristiana, gobernada por la caridad y, por lo tanto, el abad es el padre de los monjes estando concentrado todo el poder de la familia en él siendo su única limitación la ley de la caridad.

El número de monjes debe ser pequeño con el fin de que se pueda mantener el espíritu de familia, viviendo bajo el mismo techo y comiendo en la misma mesa.

El abad y la Regla están para regular la vida monacal; ningún castigo debe ser excesivo por lo que no deben existir iniciativas privadas de carácter penitencial.

La virtud más necesaria en el monacato es la humildad porque de ella se derivan todas las demás y, muy especialmente la obediencia, porque el monje debe renunciar a su propia voluntad.

El trabajo sirve para conservar el equilibrio moral del cenobita. El trabajo manual debe ser reglamentado por el abad y los trabajos que se realicen deben ser útiles para el monasterio.

El trabajo intelectual está compuesto por la lectio divina que es el estudio de la Biblia y por otros estudios dirigidos a la formación de la persona del monje.

El trabajo y la vida del cenobita han de desarrollarse en un ambiente de oración. La oración monástica está distribuida a lo largo de la jornada del monje para que no pierda su contacto con Dios.

Las Constituciones Apostólicas del siglo II-III recomendaban a los cristianos que debían orar por la mañana, a la hora tercia, sexta, nona, a la tarde y al canto del gallo.

La oración matutina es para que el primer pensamiento del día sea para el Señor y durante cuatro veces se interrumpe su tarea cotidiana para santificar sus actividades. La noche tiene también su tiempo para Dios, al comienzo del descanso nocturno y a la media noche los monjes se reúnen para orar.

El Monacato en Occidente: San Benito

En Occidente, fueron muchos los hombres que siguieron el tipo de vida monacal y realizaron, según sus convicciones, modificaciones a la forma monástica original.

Todos, sin excepción, aportaron algo a esta gran creación cristiana, que llegó a su forma última con Benito de Nursia, el cual es considerado el Padre del Monacato Occidental debido a que es él, precisamente, quien realiza los cambios dentro del monacato para adaptarlos al lugar y a las necesidades.

San Benito nació en la pequeña población de Nursia (Perugia, Italia) alrededor del año 480 y murió en Montecassino en el año 543.

Padre del monacato occidental, decidió abandonar Roma y el mundo para evitar la vida licenciosa de dicha ciudad, viviendo como ermitaño durante muchos años en una región rocosa y agreste de Italia.

En Vicovaro, en Tívoli y en Subiaco, sobre la cumbre de un farallón que domina Anio, residía por aquél tiempo una comunidad de monjes, cuyo abad había muerto, por lo que decidieron pedirle a San Benito que ocupara su lugar; San Benito se negó inicialmente pero finalmente cedió ante su insistencia.

Pronto se puso en evidencia que las estrictas nociones de disciplina monástica que San Benito observaba y que quería que todos vivieran en celdas horadadas en las rocas, no se ajustaban a los monjes,

Es por ello que el mismo día retornó a Subiaco con el propósito de empezar la gran obra para la que Dios lo había preparado durante esos tres años de vida oculta, no tardando de reunirse a su alrededor discípulos atraídos por su santidad y por sus poderes milagrosos.

San Benito pudo hacer realidad su gran plan de “reunir en aquél lugar a muchas y diferentes familias de santos monjes dispersos en varios monasterios y regiones, a fin de hacer de ellos un sólo rebaño según su propio corazón, para unirlos en una casa de Dios bajo una observancia regular y en permanente alabanza al nombre de Dios”.

A todos los que deseaban obedecerle los distribuyó en 12 monasterios de madera, cada uno con su prior. Él tenía la suprema dirección sobre todos y vivía con algunos escogidos a los que deseaba formar con especial cuidado.

A causa de algunos problemas con el sacerdote Florencio se trasladó a Montecassino, donde, sobre las ruinas del templo de Apolo, construyó dos capillas y la abadía de Montecassino, alrededor del año 530.

Durante este periodo empezó a redactar su “Regla”, la que está dirigida a todos aquellos que, renunciando a su propia voluntad, tomen sobre sí “la fuerte y brillante armadura de la obediencia para luchar bajo las banderas de Cristo, nuestro verdadero Rey”.

Prescribe una vida de oración litúrgica, estudio, y trabajo, llevado socialmente, en una comunidad y con un padre común.

San Benito construyó monasterios donde los monjes, bajo la misma regla de vida, compartieran trabajo y oración. Uno de los más famosos fue el de Montecassino (Italia). La regla de vida monástica de San Benito se resume en la frase “ora et labora”, es decir, la combinación de oración y trabajo.