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Vive una experiencia monástica en Nuestra Señora de Vico

XIV Encuentro en torno al claustro

Las monjas Cistercienses del Monasterio De Nuestra Señora de Vico (Arnedo, La Rioja) ofrecen la posibilidad de vivir con ellas una semana. Una experiencia monástica con la que abren las puertas de par en par a aquellas mujeres que quieren compartir con ellas siete días de oración, descanso y trabajo monástico.  Comentamos esta iniciativa con su abadesa, la hermana Isabel,  en el XIV encuentro en torno al claustro que celebramos el miércoles 19 de octubre.

Compartir su don más preciado: la vida monástica. Así quieren responder las hermanas Cistercienses que forman parte de la comunidad del Sancti Spiriti  de Arnedo la llamada del Papa Francisco a «salir a las periferias». Como al vivir en clausura ellas no pueden salir, proponen entrar a quienes tengan interés en conocer y experimentar cómo es su vida diaria, un «regalo» por el que cada día estas monjas de clausura dan gracias a Dios.

La abadesa de este Monasterio de Nuestra Señora de Vico, la hermana Isabel, explica a la Fundación DeClausura que antes de la pandemia, en 2019, se plantearon la idea que no ha podido hacerse realidad hasta este año.  Así, detalla, durante una semana, compartimos con esa persona dispuesta a vivir esta experiencia monástica nuestro carisma y espiritualidad, nuestra vida litúrgica, el trabajo, la comida y el descanso».  

Experimenta la vida monástica

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Algunos testimonios de quienes han experimentado la vida en el Monasterio de Nuestra Señora de Vico

«Ya formáis parte de mi vida»

La primera mujer en ser acogida en el Monasterio pudo vivir la pasada Semana Santa con la comunidad. Y hasta la fecha, diez han sido las mujeres de entre 18 y 60 años que han vivido esta experiencia de vida tan especial tanto para ella como para las hermanas.

Rian es una de ellas que nos ha querido compartir su testimonio:

«Cuando me planteé la estancia con las monjas cistercienses del Monasterio de Santa María de Vico no sabía muy bien qué iba a encontrar, pero sí tenía una fuerte intuición de que era lo que yo necesitaba en ese momento. ¿Y qué necesitaba? En una sola palabra: PAZ.

Dos meses después de la experiencia, puedo decir que, aunque la vida me sigue planteando retos y me pone delante decisiones que no siempre tengo claras, las afronto con más calma; estoy más tranquila y también me quiero más porque me trato mejor.

Todo esto lo he conseguido en un camino que inicié hace varios años, pero no lo he conseguido sola. Hay varias personas cercanas que me han ayudado, y sin dudarlo un solo instante, mis queridas monjas de Vico, están entre ellas. Como ya os dije entre lágrimas, me habéis dado mucho amor y habéis derribado barreras y prejuicios que lo único que hacen es limitar y empobrecer la vida de alguien. Por todo ello, os llevo en mi corazón y sé que volveré a vosotras porque ya formáis parte de mi vida.

Muchísimas gracias, Hermanas.» 

“Que el mundo camine hacia Dios”

Por su parte la hermana Carmen nos comenta:

“Pensamos que la gente de fuera nos conoce muy poco. Por eso invitamos a todas las personas, de cualquier religión que sea, a vivir con nosotras durante una semana, y esto conlleva rezar, trabajar y comer juntas. 

Para mí, ha sido una experiencia preciosa, porque he visto claramente lo que nos han aportado y enriquecido, todas las personas que han pasado por nuestro monasterio.

Ha sido un toque de atención, para revisar nuestra vida, para ver claramente, nuestra responsabilidad en la Iglesia.

A mí, me han recordado, que nosotras, las contemplativas somos esas zonas verdes de las ciudades que nadie se para a pensar qué es lo que hacen pero que sin ellas, el mundo se ahogaría.  Nosotras con nuestra oración regamos esas ‘zonas verdes’ para que siempre estén ‘frescas’ y cumplan su cometido. 

Tenemos que estar siempre ‘abiertas’ para que el mundo camine hacia Dios.”

Y por último, la hermana Eutropia considera por su parte muy importante “dar a conocer nuestra vida, dado que, no se ama lo que no se conoce. De esta manera, la gente puede parar un poco y acercarse  a Dios.  Aunque nuestros monasterios son como faros de luz, mucha gente no nos conoce. 

Para mí, es una experiencia muy positiva y valiosa, que nos enriquece a todas, tanto a la  comunidad como al que llega. Su aportación es de mucho valor, su testimonio al finalizar la experiencia es una ayuda para nosotras para poder revisar nuestra vida y mejorarla.  Ya han pasado varias, su testimonio es sorprendente, casi todas coinciden en manifestar de que no esperaban lo que han encontrado”.