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Jerónimos

HISTORIA

La Orden de San Jerónimo fue aprobada por el Romano Pontífice Gregorio XI en 1373 con la bula Salvatoris humani generis.

Su origen radica en varios grupos de ermitaños españoles e italianos que deseaban imitar la vida de San Jerónimo en comunidad. Entre ellos, destacan Fray Pedro Fernández Pechay Fray Fernando Yáñez de Figueroa. El Papa los aprueba dándoles como norma de vida la Regla de San Agustín y permitiéndoles llamarse frailes o ermitaños de San Jerónimo. En 1414, Benedicto XIII los erige en Orden exenta.

Por su vida observante, austeridad y espíritu de penitencia, fueron altamente favorecidos por la Monarquía Española, especialmente la Dinastía de los Austrias. Tuvieron los monasterios más grandes y hermosos de España, como el de Santa María de Guadalupe en Cáceres, Nuestra Señora de Fredesval en Burgos, San Miguel de los Reyes en Valencia y, sobre todo, el Real Monasterio de San Lorenzo del Escorial en Madrid, Panteón Real.

Con las leyes liberales, anticatólicas y desamortizadoras de 1835, los Jerónimos fueron desposeídos de sus 48 monasterios y sus mil monjes fueron exclaustrados. No habían salido de la península Ibérica (en Portugal corrieron la misma suerte) y esto supuso su sentencia de muerte.

Tras el cierre definitivo del Monasterio de San Jerónimo de Yuste en 2010 (ocupado ahora por monjes Paulinos desde 2011) los Jerónimos están presentes en un sólo monasterio: Santa María del Parral en Segovia.

CARISMA

La Orden de San Jerónimo es una institución monástica, de carácter puramente contemplativo, “que en soledad y silencio, en asidua oración y animosa penitencia, pretende llevar a sus monjes a la unión con Dios, consciente, por otro lado, de que cuanto más intensa sea esta unión por su propia donación en la vida monástica, tanto más espléndida se hace la vida de la Iglesia y más vigorosamente se fecunda su apostolado”.

Así pues, la jornada del monje Jerónimo se desarrolla en torno a la vida litúrgica y de oración, ya que “la principal y mayor parte de la vida ordenó esta Religión para el coro y alabanzas divinas: ocupación de ángeles”, y las tareas intelectuales y de trabajo.

En el curso del día, santificando todas las horas, los monjes Jerónimos celebran con cantos y con gran belleza y solemnidad la Liturgia de las Horas. Con esto, el monje Jerónimo cumple su misión de tributar todo honor y gloria a Cristo y, por medio de él, al Eterno Padre.

“En esto pretende el monje parecerse principalmente a San Jerónimo: emplearse de día y de noche en las continuas alabanzas de Dios, cantar los salmos y celebrar con singular devoción los oficios divinos”.

La caridad pastoral impone a la comunidad monástica una fraterna acogida a todo el que quiera compartir seriamente su vida, siempre que queden garantizados dentro del monasterio la soledad, el silencio y el orden. Los Jerónimos han renunciado a la gloria de los altares, de la misma manera que la Orden de la Cartuja de San Bruno.